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El amor es paciente y amable. Nunca es celoso , nunca es jactancioso o engreído. El amor no halla el placer en los pecados de otros, si no se deleita en la verdad. Siempre está dispuesto a excusarse, confiar, esperar y soportar lo que venga.

domingo, 31 de octubre de 2010

FIN

~ Hasta aquí llegó mi amor . . .

XXII

“El amor, para que sea
auténtico, debe costarnos.”


Se quedaron horas y horas conversando de todos los temas habidos y por haber, del tiempo, de lo que había sucedido mientras se habían distanciado, del accidente, de la vida.
Para cuando quisieron acordarse, sus amigos estaban todos juntos en una sola ronda cantando y riendo. Hasta podían decir que ya habían organizado una salida para esa misma noche. Decidieron ir a un bar que estaba frente a una plaza, muy conocido en aquella provincia.
Rápidamente comenzó a formarse una relación muy hermosa entre ambos grupos. Tanto que decidieron continuar su viaje por el norte del país todos juntos, ya que tenían la misma idea de recorrido.
Pasaron una semana espectacular. Vivieron momentos únicos y se divirtieron muchísimo. Y, por supuesto, ni mencionar a Celeste y Agustín. Un día que pasaba, un pedazo de sus corazones que se unía mas y mas. Se dieron cuenta que cada vez se iba a hacer mas difícil separarse, volver a sus hogares. Iban a extrañarse mucho el uno al otro. Cada palabra, cada mirada, cada abrazo, cada beso… Hablaban por sí solos.
Fue por eso que sucedió. Una de las noches que habían estado pasando en Salta, decidieron ir a dar un paseo los dos solos. El clima estaba hermoso. Un cielo completamente azul y millones de estrellas que los cubrían como reflectores. Ni una sola gota de viento, ni un rastro de nube. Agustín tomó dulcemente la mano de Celeste y ambos caminaban por la calle principal rodeada de restaurantes y bares donde algunos jóvenes se encontraban bebiendo algo en mesas que habían colocado en la calle debido al favorable clima de aquella noche.
-Ay ay ay… ¿Qué vamos a hacer?-le preguntó Celeste algo decepcionada.
-¿A qué te referís?-contestó él, haciéndose el desentendido por no querer afrontar la cruel realidad de su pregunta.
-Quiero decir, en unos días se terminará este maravilloso viaje. ¿Y nosotros? Vamos a volver a nuestros hogares, desperdiciaremos algunas lágrimas en la despedida y regresaremos a la rutina con un simple recuerdo de lo bueno que fue mientras duró. Pero solo eso, un recuerdo.
-No tiene porqué ser así. No quiero que sea así.
Celeste notó aquel énfasis en el verbo querer, pero no estaba segura de si significaría algo en realidad. Por lo que únicamente profirió un suspiro.
-Me refiero a que-continuó Agustín al darse cuenta de que no recibiría otra respuesta-, ya me cansé de que esto quede simplemente en recuerdos. Lo nuestro va mas allá de eso princesa, y no podemos dejarlo pasar de esa manera.
-¿Vos crees? ¿Será eso en realidad?
-¿Todavía te quedan dudas? Porque a mi no. Cada vez que nos separamos el destino nos volvió a unir, y por más que no hablemos durante meses sos lo primero que pienso al levantarme. Antes de acostarme, la última imagen que viene a mi mente es la de tu sonrisa. Cada palabra que escucho me hace acordar a vos y si no veo una foto tuya cada día siento que el aire no alcanza mis pulmones. ¿Te quedan dudas de que tenemos que estar juntos?
Eso era exactamente lo que le faltaba a Celeste. El aire en sus pulmones. Esa conversación la había helado la sangre pero de una manera distinta. En ese momento se dio cuenta de que Agustín se había convertido en el centro de todo, en la razón de su vida.
-Si nos separamos realmente, ya no voy a poder seguir de pie… Mucho menos después de esto-expresó Celeste con total sinceridad.
-Sé que vos me entendés…
-¿Cómo no hacerlo? Sos hermoso.
-Celes…
-¿Qué, corazón?-preguntó ella con una ternura en sus ojos que hubiese ablandado el corazón mas duro.
-Te amo princesa, ¿Querés ser mi novia? Vos me cambiaste la vida de una manera que no puedo explicarte. No me interesa viajar quince horas todos los días, quiero estar con vos. Ahora y siempre.
Los ojos de Celeste se llenaron de lágrimas. Enseguida aparecieron en su mente las imágenes de todos los recuerdos que tenía de él y junto a él. Desde el primer día en que se conocieron, qué todavía lo recordaba cómo si hubiese ocurrido ayer. Llevaba cada uno de esos recuerdos tatuados en el corazón.
Las palabras no salieron de su boca, quedaron estancadas a mitad de camino debido a sus lágrimas y a todo el amor que sentía atrapado en su cuerpo, el cual utilizó perfectamente para acercarse con suavidad a Agustín. Cruzó sus brazos a través de su cuello, lo miró a los ojos y lo besó con pasión. Una pasión que jamás había experimentado.
Lo amaba. De veras lo amaba. Y a pesar de que lo había sospechado alguna vez, esta era la confirmación. Se dio cuenta en seguida porque nunca había sentido nada igual por nadie.
Ahora y siempre, ahora y siempre...
Esas palabras retumbaban en su cabeza una y otra vez.
-Ahora y siempre. Por siempre y para toda la eternidad.

sábado, 30 de octubre de 2010

XXI

“El hombre más felíz
es el que cree serlo.”


Los días pasaban y la distancia se hacía notar cada vez más.
Habían pasado varios meses y Celeste aún no tenía noticia alguna de Agustín. Ninguno de los dos había olvidado ese reencuentro tan especial en Buenos Aires y mucho menos los días tan hermosos que habían pasado juntos. Sin embargo, lo quisieran o no, la distancia existía y eso complicaba mucho las cosas.


Aquel año, cuando ya se podían respirar esos aires veraniegos, las vacaciones al norte planeadas por Celeste y sus amigas se aproximaban.
Hacía demasiado calor ese día en la terminal, y las chicas no aguantaban por subirse al micro y partir de inmediato. Tenían pensado recorrer las provincias mas altas de su país para poder conocer esa belleza de la naturaleza.
Cuando pasaron las horas, el último anuncio de partida sonó en el altoparlante. Las chicas se despidieron de sus familias y sus novios y subieron a aquel micro rumbo a lo desconocido y maravilloso.
Como siempre cuando la estás pasando perfectamente el tiempo pasa con mayor velocidad. Y así sucedía en ese viaje.
En una sus paradas en Tucumán, mientras observaban la inmensa belleza que la capital de esta provincia les ofrecía se dirigieron a un hermoso río rodeado de montañas de varios colores para relajarse y apreciar el paisaje.
Todas estaban anonadadas por lo que tenían delante de sus ojos, era increíble. Se sentían diminutas, insignificantes ante tanta belleza.
Celeste y su amiga Daniela decidieron ir a dar un paseo a orillas del río cuando visualizaron un grupo de aproximadamente siete chicos sentados en una ronda y con una guitarra de por medio. Parecían estar pasando un buen rato. Uno de ellos se paro y comenzó a hacer algunas bromas. Los muchachos cantaban y reían.
Las chicas decidieron pasar a su lado para ver si podían entablar nuevas amistades.
De repente, el mundo se detuvo. El corazón de Celeste se aceleró de una manera increíble. Su respiración comenzó a entrecortarse y todo le daba vueltas. Vio lo que menos esperaba ver en aquel momento. Lo que menos imaginaba que sucedería, sucedió. Lo vio a él.
Daniela, que estaba a su lado, se dio cuenta de su cambio repentino y la tomó de un brazo.
-Celes, ¿Qué te pasó? ¿Qué viste?
Pero Celeste fue incapaz de contestar, las palabras no salían de su boca.
-Esto no puede estar pasando…-logró articular pausadamente luego de unos minutos.
En ese instante uno de los chicos de aquel grupo volteó y la miró fijamente. En seguida la reconoció. Se puso de pie y camino en dirección hacia ella con una expresión de sorpresa en el rostro.
-Como es que… ¿Celeste?
Ella asintió con la cabeza.
-Lo que son las vueltas de la vida, ¿No?-pudo expresar después de un respiro-Años sin verte y te vengo a encontrar acá… ¿Cómo andas Agus?

viernes, 29 de octubre de 2010

XX

“Hasta qué punto el amor
enceguece y qué mágico poder
de transformación tiene.”


Pero el tiempo pasa. Es lamentable, pero así es. Y pasa más rápido aún cuando no querés que pase.
Eso fue exactamente lo que sucedió. Durante toda la semana Celeste estuvo deseosa de poder detener el tiempo para poder retener a Agustín a su lado. Quería vivir en ese momento, en esa edad y en su compañía por el resto de su vida. Pero, definitivamente, eso no iba a pasar.
-En serio, preferiría no hacer esto…-le confesó ella con la voz algo entrecortada por el nudo que tenía en la garganta.
Se encontraban en la puerta del hotel donde Agustín se había estado hospedando los últimos días.
-Quiero decir… No se me da bien esto de las despedidas-agregó unos segundos después.
-Lo sé. Pero esto no es una despedida, es un hasta luego-la consoló el con esa sonrisa que hacía que el mundo se congelara a su alrededor.
-¿Me lo aseguras?
-¡Por supuesto! ¿No lo hice la última vez? Y acá estamos…
-Si, a diferencia que la última vez no tuvimos despedida. Sólo una mirada.
-¿Y eso lo hizo menos doloroso?
-Tal vez.
-Bueno, pero esta vez no te voy a dejar ir tan fácilmente.
-Da igual. Sos vos el que se está yendo.
Se miraron el uno al otro a los ojos durante un buen rato. Ambos sabían que no era eso lo que querían en ese momento, pero no podía ser de otra manera.
Entonces Agustín rompió el silencio y esa mirada infinita con la triste y siempre cruel realidad.
-Ya cumplí con mi tarea. Vine a Buenos Aires, me aseguré de que estés bien, de que te recuperes y ahora me tengo que ir.
Celeste despidió un largo suspiro repleto de tristeza.
-Sólo me queda una tarea pendiente-repuso él.
-¿Qué?
Agustín volvió a posar sus hermosos ojos sobre los de ella, pero esta vez se veían de una manera diferente. En ellos se reflejaba una ternura nunca antes vista. Como si en su mirada hubiera una precaución a prueba de heridas. Porque eso era lo que él deseaba con toda su alma: cuidarla, no herirla.
Se acercó cuidadosamente, tomó su rostro con ambas manos y la besó con delicadeza.
Así ocurrió. Tan simple como eso. De la forma en que suceden las cosas mas bellas de la vida. Tal y como Celeste esperaba que ocurriera, o quizás no tanto, pero fue tan especial como lo había imaginado desde aquella noche en el avión.
Pero luego de ese mágico momento, él se fue. Partió a su lugar de origen nuevamente.
-Yo tengo que irme. Allá tengo mi casa, mi familia, mis amigos… Pero mi corazón queda en Buenos Aires, con vos-fueron las últimas palabras de Agustín justo antes de subirse al vehículo y conducir rumbo a Córdoba.

miércoles, 27 de octubre de 2010

XIX

“Nadie tiene tanta necesidad
de una sonrisa como el que no
se la puede dar a los demás.”


-Todavía no puedo creer que estés acá, al lado mío…-dijo Celeste anonadada por el brillo de sus ojos.
Agustín se rió sin dejar de mirarla.
-Es una lástima-le contestó-, cuando termines de asimilarlo ya me habré ido.
Entonces ese mundo perfecto en el que ella vivía desde que él había reaparecido en su vida luego de aquel accidente, dejó de girar. Se detuvo, al igual que su corazón por unos segundos. La sonrisa que llevaba en el rostro se deshizo poco a poco y sus ojos reflejaron una tristeza evidente.
-¿Cómo? Por… ¿Por qué lo decís?
-Celes, no es para que te pongas mal tampoco. ¿Lo olvidaste? Yo soy de Córdoba.
-Si, ya sé… ¿Cómo olvidarlo? Si tenés la tonada mas hermosa-lo halagó con una nueva sonrisa.
-¡Vos y mi tonada!-se rió Agustín-Bueno, a lo que voy es que… Yo vivo allá. Mi familia, mis amigos, mi vida está en Córdoba.
-Claro, entiendo… Si, tampoco pretendía que te quedes a vivir pero… No se.
-¿Qué no sabes? Hace bastante que estoy acá, ya se hace la hora de ir volviendo…
Celeste torció la boca e hizo una mueca que se debatía entre la duda y la tristeza. En ese momento, él deseó no tener que partir.
-Nunca te voy a poder agradecer por todo lo que hiciste por mí en estos días.
-No tenés nada que agradecerme.
-No, en serio. Me hizo mucho bien que vengas hasta acá. El volver a verte… Ya casi había perdido las esperanzas.
-¿Me estás cargando princesa? ¿Cómo no iba a venir?-preguntó Agustín con un tono dulce y algo obvio- Vos no sabes cómo me sentía yo allá. Sufrí mucho en esos días, nunca pensé que me afectaría tanto.
-Otra vez estás exagerando-lo interrumpió ella.
-No, créeme que no. Podés preguntarle a quién quieras. En Córdoba yo me sentía completamente solo, las horas no pasaban, todo estaba vacío para mí. Hasta mis amigos me preguntaban qué sucedía y yo lo único que quería era recibir alguna noticia tuya, algún mensaje de texto, alguna llamada aunque sea de Candela avisándome que estabas bien.
Ella lo escuchaba mientras observaba con delicadeza su rostro triste al recordar esos días.
-Entonces-continuó diciéndole-, no lo dude un segundo mas y vine a Buenos Aires en cuanto pude. Tenía que saber que era lo que estaba pasando. Y cuando llegué, luego de averiguar donde estabas internada vine enseguida al hospital. Cuando me encontré con Candela y varios de los chicos del viaje, todos vinieron a verte, lo primero que quise fue entrar a la habitación. Te vi… tan hermosa como siempre. No podía soportar la idea de que te vallas, de que Dios tuviera otra elección para vos de la que yo tenía pensada junto a vos.
Hizo una pausa antes de continuar. Miro a Celeste a los ojos y esa sonrisa tan especial volvió a parecer en su rostro, dándose cuenta de que todo aquello ya había terminado.
-La alegría que sentí cuando abriste los ojos es inexplicable.
-Sos increíble-dijo Celeste con sus grandes ojos verdes inundados en lágrimas-, cada día me convenzo mas. Sos la persona más dulce y hermosa que conocí. Sos tan especial.
-No es necesario que te diga lo que vos significas para mí…

martes, 26 de octubre de 2010

XVIII

“Muchas personas se pierden las
pequeñas alegrías mientras
aguardan la gran felicidad.”


-¿Puedo entrar?-dijo una voz luego de un par de golpeteos en la puerta.
Celeste abrió los ojos y vio como la puerta se abría suavemente mientras un hombre de contextura mediana y el cabello ligeramente blancuzco atravesaba la misma.
-Perdón, no quería despertarte-se disculpó su padre.
-Hmm… No hay problema. De todos modos, ya llevo un rato largo durmiendo, ¿No?-le dijo ella con una dulce sonrisa en el rostro.
-Ya lo creo. ¿Cómo estás hoy?
-Un poco mejor… Aunque la cabeza sigue doliéndome y estoy algo confundida todavía.
-Es lógico, sufriste un golpe muy fuerte.
Celeste hizo una mueca de dolor que se vio reflejada segundos después en los ojos preocupados de su padre.
-Es todo tan extraño… Pasó tan rápido-comentó ella-, hasta me cuesta recordarlo.
-No te preocupes y no pienses en eso ahora-la tranquilizó él-, sólo ocupate de recuperarte.
-Perdón…
-¿De qué hablas Celes? ¿Perdón por qué?
-Por todo esto que les hice pasar… No quise causar mas problemas-se disculpó ella, siempre pensando en los demás.
-¿Sos tonta? No tenés que pedir perdón por nada. No fue tu culpa para nada.
Un profundo silencio inundó la habitación pero fue interrumpido por su padre unos minutos después.
-A propósito-comenzó a decirle de una manera sutil-, me causa un poco de intriga este chico… Agustín.
Celeste pudo sentir cómo su estómago se volvía un nudo en su interior. Pero en su rostro no pudo evitar reflejar una sonrisa traviesa, la misma que mostraba su corazón cada vez que escuchaba su nombre.
-Si, a mi también…-fue lo primero que pudo decir.
-No es una respuesta esa… ¿Quién es? ¿Qué hace acá? ¿Por qué vino a verte?-le cuestionó su padre tan celoso como siempre.
Celeste se dio cuenta de lo mucho que extrañaba esos planteos que su padre siempre le hacía respecto a sus amigos o novios, como si aún tuviera quince años.
-¿No hablaste nada con él?
-Si, y es por eso que me preocupa mas todavía.
-¿Por qué?
-Se nota que te quiere. Fue él quién vino a presentarse y me contó de donde se conocen y porqué vino hasta acá. A demás-vaciló unos instantes antes de continuar-… Se nota en la mirada. Cuando te nombra, cuando escucha tu nombre, cuando te mira.
Su corazón latía cada vez mas rápido. No solo por lo que le estaba diciendo su padre acerca de Agustín, si no porque era justamente su padre con quien estaba teniendo esa conversación. Era una situación realmente incómoda.
-Entonces… Si ya te dijo tanto, ¿Para qué me preguntas a mí? Ya sabés todo lo que querías-bromeó ella.
-No te hagas la viva, a pesar de eso no me cae bien. Ya vamos a hablar sobre el tema.
Entonces se acercó a ella y le besó la frente cómo lo hacía a menudo. De una manera protectora, de una forma muy paternal.
-Te quiero mucho-Celeste no pudo evitar recordárselo.
-Yo también hija, y quiero que estés bien…
La miró a los ojos y luego de dedicarle una tierna sonrisa se retiró de la habitación y al abrir la puerta se encontró con alguien del otro lado que estaba a punto de golpear.
-Señor-dijo educadamente la voz desde el exterior de la habitación-, no sabía que estaba usted. ¿Celeste está despierta?
-Algo así… Tal vez. Necesita descansar- contestó su padre con rudeza.
Desde su cama, Celeste escuchaba la conversación. Enseguida reconoció la otra voz.
-Papá…-le dijo a modo de reto-Comportate por favor.
Su padre despidió un suspiro.
-Pasá-le dijo de mala gana.
-Muchas gracias señor-contestó Agustín mientras se hacía a un lado para que él puedo salir de la habitación.
Y luego de recibir una intimidante mirada ingresó en la habitación, iluminándola con esa luz propia que emanaba sólo para Celeste.
-Hola princesa-la saludó con esa tonada tan peculiar y una sonrisa en el rostro que parecía crear apropósito, para que ella se derritiera por dentro-, hasta tirada en esa camilla sos hermosa.
-¿Ni si quiera viéndome en este estado podes dejar de mentirme? Sos de lo peor.
Ambos se sonrieron el uno al otro con una ternura que pocas personas llegan a ver en sus vidas, y en ese momento no fue necesario mas que una mirada para saber lo que pensaban.
Porque se confirma, en casos como ese, que una mirada dice mas que mil palabras.

lunes, 25 de octubre de 2010

XVII

"Uno está enamorado cuando
se da cuenta de que la
otra persona es única.”


Una semana. Siete días habían pasado desde el accidente y Celeste aún estaba inconciente. Siempre se había preguntado quienes serían las personas que estuvieran a su lado, en caso de ella tener un accidente. Quiénes serían aquellas que se preocuparía, que llorarían, que la extrañarían, que rezarían por su recuperación (si es que la había), que irían a verla al hospital. Ahora lo sabía. Donde sea que se encontraba su mente en aquel momento, ella podía sentir a sus amigas, sentadas junto a esa pequeña e insulsa cama en la habitación del hospital donde había sido llevada ese día. Llorando, algunas le hablaban, otras lo hacían en silencio. Nunca se había creído tan importante como en realidad lo era para aquellas personas. Era verdad, nunca se había valorado lo suficiente y ahora lo sabía. Hasta sus amigos mas fríos, aquellos que eran poco demostrativos de todo el cariño que sentían hacia su persona habían estado allí. Y, a pesar de que Celeste no podía expresarse a través de ningún medio, podía escuchar cada palabra que sus seres queridos le decían.
Estaba desesperada. Quería poder despertarse y poder decirles cuánto los amaba y que todo estaría bien. Sobre todo cuando eran sus padres, quienes nunca la dejaron sola, los que se acercaban a la camilla para hablarle, acariciarla, besarla.
Entonces sucedió. Fue de repente, tan rápido que ni siquiera tuvo tiempo para darse cuenta qué era lo que estaba ocurriendo. Pero cuando pasó, pudo entenderlo por una sola razón.
Un ser, que podría hacerse llamar perfecto, se acercó a ella. Llevaba un rostro especial, simpático, inocente, hermoso. Estaba justo frente a ella y la observaba. Su mirada era la mas bella que Celeste había visto jamás, a pesar de que un rayo de tristeza atravesaba sus pupilas. La veía de una manera diferente a todos los demás. Gracias a esa presencia ella pudo entender lo que sucedía.
El fin había llegado, la carrera había finalizado. Allí terminaba su camino.

Y escuchó. Sus oídos se agudizaron de una manera que ella ya había olvidado que podía suceder. Cuando esto ocurrió pudo escuchar ese sonido. Era como una música dulce que hacía estremecer todo su cuerpo. Era una voz. Una voz que ya había olvidado. No pudo comprender con claridad lo que decía. Sólo pudo entender algunas palabras en la lejanía.
Preciosa”.
Podría parar el mundo por volver a ver esos ojos”.
No te vayas”.
Y de repente sintió una fuerza incontrolable en su rostro, algo que la llevaba hacia arriba y consiguió que sus parpados comenzaran a subir, dejando ingresar a través de ellos una luz completamente blanca y cegadora.
En ese momento se sintió en otro mundo. No podía creer y mucho menos comprender lo que estaba viendo.
A su lado, tomando su mano derecha con ambas manos y su cabeza apoyada en las mismas se encontraba él. Ese ser humano que tanto anhelaba ver desde hace ya mucho tiempo. Tanto que hasta ya se había resignado.
Agustín estaba allí a su lado. Una cantidad incontable de dudas y preguntas atravesaron su mente en aquel momento.
¿Por qué estaba ahí? ¿Había viajado desde Córdoba solo por ella? ¿Quién le había avisado sobre el accidente?
De forma inmediata apretó la manó que él sostenía.
-Aquí estoy, no me voy a ningún lado-le dijo Celeste, casi sin pensarlo.
Esos ojos color miel de Agustín se iluminaron con un brillo que jamás había visto y esa sonrisa que tanto le gustaba a Celeste se dibujó en su rostro automáticamente.
-No sabes lo que me alegro-su voz se escucho algo baja y con un tono de preocupación-, no aguantaba mas verte así.
-¿Hace cuanto que estas al lado mío?-quiso saber ella.
-Hoy hace quince minutos mas o menos, pero llegué el martes a Buenos Aires.
Celeste se sintió profundamente desorientada. Enarcó las cejas y miro a través de la ventana que se encontraba en la habitación. El sol todavía brillaba afuera.
-¿Y qué día es hoy?-preguntó inquieta.
Agustín largó una risita simpática por lo bajo.
-Perdón, olvidé que debes estar bastante perdida. Hoy es sábado. Hace una semana que estás internada.
-Y…-vaciló antes de preguntar lo obvio, pero finalmente lo hizo-¿Cómo te enteraste vos?
-Es una larga historia que ya te voy a contar, pero resumiendo, me contó una amiga tuya.
Sólo se le ocurrió un nombre en la mente.
-Candela-no fue una pregunta.
Él asintió con la cabeza. No podía dejar de mirarla.
-¿Por qué viniste?
-Estás hecha un cuestionario hoy, ¿Eh?-se burló él.
-Perdón. Es que no entiendo nada-se justificó ella.
-Está bien mi amor, no me molesta. En realidad, no sé porque vine. Es decir, claro que por vos. Pero ni si quiera fue algo que haya pensado, salió de mi corazón.
Celeste no sabía si esto era bueno para ella, su corazón comenzaba a enternecerse con cada palabra que salía de sus labios.
-No entiendo…
-Mira Celes, en cuanto me enteré de todo esto se me hizo un nudo en el estomago. No te das una idea la preocupación que sentía y el estar tan lejos no me permitía siquiera dormir. Entonces , luego de unos días sin tener noticias tuyas, sin pensarlo pedí prestado el coche a mi hermano y vine hasta acá. Mis padres no tuvieron problema porque, como te dije alguna vez, ya estaban al tanto de tu existencia.
Celeste recordó aquellos mails que solían enviarse a menudo, ahora tan lejanos.
Lo miró completamente sorprendida y todavía sin entender muy bien la situación.
Agustín se dio cuenta de su expresión enseguida.
-No te preocupes, ya vamos a tener tiempo para charlar todo y te voy a explicar-le dijo con una hermosa sonrisa en el rostro-, el que no deja de preocuparse es tu papá.
Entonces Celeste recordó que, fuera de aquel entorno perfecto de cuatro paredes y ellos dos, existía un mundo.
-Ay, no… ¿Qué dijo? ¿Quién le dijiste que sos?
-¿Tanto miedo tenés de presentarme?-se rió por lo bajo-, no te preocupes. Está todo bajo control.